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Las mentiras de W

Las guerras no parecen ser el problema fundamental de George W. Bush en la actualidad. Si bien Iraq y Afganistán acrecientan cada día las cuotas de muertos derivados de las agresiones a esos países en nombre de la lucha antiterrorista, otro asunto gana en notoriedad durante las últimas jornadas.
Y es que las mentiras de W. saltan a la vista hasta de los más incautos. Las últimas brazas de este fuego llegaron en boca del ex director del Departamento Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), Michael Brown, quien, cansado de ser un chivo expiatorio, testificó ante un comité del Senado y negó la veracidad de la afirmación de la Casa Blanca un día después del Katrina de que el fenómeno natural los había tomado por sorpresa.
El ex funcionario precisó en declaraciones reveladas por un periódico español que "al menos en dos ocasiones informé de lo que estaba pasando, nuestra peor pesadilla se había hecho realidad, que todo con lo que habíamos especulado, por lo que nos habíamos preocupado, que todo aquello que FEMA había temido en los últimos 10 años, era cierto".
Browm  puntualizó que todo ello se lo comunicó a Joe Hagin, un alto responsable del Gobierno, quien se encontraba con el presidente, que estaba todavía de vacaciones en su rancho tejano en Crawford desde donde declaró que estaba aliviado porque Nueva Orléans "había esquivado el tiro".
La realidad le hace crecer la nariz al presidente. La falta de respuesta ante el Katrina ha costado la vida a más de mil 300 personas, desplazado a cientos de miles y causado miles de millones en pérdidas económicas, recuerda la versión digital de El País.
Pero lo de Katrina no es lo único. Si hoy apenas cuatro de cada diez norteamericanos simpatiza con su presidente, parte importante de la responsabilidad descansa en la reiteración de sus mentiras y la trascendencia, la notoriedad que estas han alcanzado.
La manipulación de la información para justificar la agresión a Iraq, los escándalos de corrupción, los casos de tortura que ha negado y lo que hay detrás del plan de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad, son fantasmas que persisten con su efecto boomerang sobre la cabeza de W.
De ahí que el tema preocupe cada día con mayor fuerza a los estadounidenses, quienes asocian tal manifestación con la violación de los derechos constitucionales del ciudadano referidos a sus garantías.
De este enredo, Bush parece no tener vías seguras para salir. Sus mentiras son cada día más ciertas. Cada nueva garganta profunda que se abre lo sentencia más.

Humberto Concepción Toledo

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