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¿Palabras bloqueadas?

A sus cinco años, Amanda no conoce la voz de sus padres, ni ha descubierto el trinar de los pájaros. Una sordera profunda le cierra las puertas a los sonidos de forma tal que ni con un auxiliar auditivo convencional puede atenuar su padecimiento. Sólo el implante coclear, una tecnología de avanzada en ese campo, podría contribuir a revertirlo. “Desde hace dos años la tratan en el Centro Internacional de Salud La Pradera y en el Centro Auditivo de La Habana, donde se le han realizado diagnósticos, evaluaciones y todos los preparativos necesarios para el implante”, confirma Marisely Casanova, madre de la pequeña, mientras de las manos de la niña saltan conejos, vuelan mariposas y cobran vida palabras nunca pronunciadas. “Padece de una hipoacusia severa bilateral, que le impide la llegada de las señales auditivas al cerebro y se plantea que sólo con esa técnica puede beneficiarse”, precisa con la misma rapidez con que sus ojos se nublan. “Lo difícil no resulta los 20 mil dólares en que está valorado el equipo, pues el país está en condiciones de enfrentar el gasto, sino que el bloqueo impide dar cobertura al total de los que esperamos”. El de Amanda no es un caso aislado. De acuerdo con estadísticas internacionales, entre uno y tres de cada mil niños nacen con pérdidas auditivas, lo que las convierte en un trastorno de alta prevalencia en la población infantil. Cuba no se detuvo en que el proceder quirúrgico y la posterior rehabilitación rondan en muchos países los 60 mil dólares y desde 1997 inició, de forma totalmente gratuita, la realización de tales intervenciones con probada eficacia. Sin embargo, la no entrada del equipo ha obligado a interrumpir su ejecución. Los ojos de Amanda Martínez Casanova dicen lo que no puede su boca, sus manos no dejan de hablar, su inteligencia brota hecha dibujos y señas. El tiempo transcurre y ella sigue sin conocer la voz de sus padres ni el trinar de los pájaros. Amanda, como otros dos niños espirituanos y muchos más en el país, no conoce al bloqueo que distintas administraciones estadounidenses a lo largo de más de cuatro décadas a impuesto a Cuba, pero lo sufre. Ojalá que tanto obstinamiento no les impida abrirle las puertas al sonido. Humberto Concepción Toledo  

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